Jonah 3:1-10; Psalm 51; Luke 11:29-32
Many people know Jonah as the biblical figure who was swallowed by a whale. But there’s much more to his story. God chose Jonah to proclaim repentance to the people of Nineveh. At first Jonah resisted and ran away by getting on a ship going in the opposite direction. When a storm arose and the ship was sinking, the crew blamed Jonah for their predicament and threw him overboard. He was then swallowed by the whale, who after three days spewed him out on the shore of Nineveh.
Jonah finally fulfills his vocation as prophet by announcing, “Forty days more and Nineveh shall be destroyed” (3:6). As a result of Jonah’s preaching, the people of Nineveh repent, and God spares them of “the evil that he threatened to do” (3:10).
In Luke’s Gospel, Jesus tells his audience they/we have something “greater than Jonah here” (11:32). Unlike Jonah, he voluntarily fulfilled his role as prophet, proclaiming the kingdom of God and the Father’s merciful love. Unlike Jonah, he didn’t run away from the mission that would lead to death on the cross. He willingly embraced it for our salvation and gave his life as a ransom for many.
At baptism we were anointed as prophet. How do we live that aspect of our Christian vocation? Do we run away from it or embrace it? Do we proclaim God’s kingdom by what we do, say, and think? In so doing, may we be spared of evil and advance toward eternal life.
Father Gerard J. Knapp, C.Ss.R.
Washington, D.C.
Jonás 3:1-10; Salmo 51; Lucas 11:29-32
Muchas personas conocen a Jonás como el personaje bíblico que fue tragado por una ballena. Sin embargo, hay mucho más en esta historia. Dios eligió a Jonás para que fuera un profeta, para que proclamara el arrepentimiento al pueblo de Nínive. Al principio, Jonás se resistió y huyó subiéndose a un barco que iba en dirección contraria. Cuando se levantó una tormenta y el barco se estaba hundiendo, la tripulación echó la culpa a Jonás y lo tiraron por la borda. Fue entonces cuando se lo tragó una ballena que, al cabo de tres días, lo escupió en la costa de Nínive.
Jonás cumple finalmente su vocación como profeta anunciando: “¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!” (3:4). Como resultado de la predicación de Jonás, el pueblo de Nínive se arrepiente, y Dios cambia de parecer y “no lleva a cabo la destrucción que les había anunciado”. (3:10).
En el Evangelio de Lucas, Jesús le dice a su público que tienen/tenemos “a uno más grande que Jonás” (11:32). A diferencia de Jonás, Jesús cumplió voluntariamente su papel de profeta al proclamar el reino de Dios y el amor misericordioso del Padre. A diferencia de Jonás, él no huyó de su misión, la cual lo acabó llevando a su muerte en la cruz. La aceptó de buen grado por nuestra salvación y dio su vida como redención de muchos.
En el bautizo fuimos ungidos como profetas. ¿Cómo vivimos ese aspecto de nuestra vocación cristiana? ¿Huimos de él tal y como hizo Jonás, o lo aceptamos tal y como hizo Jesús? ¿Proclamamos el reino de Dios mediante lo que hacemos, lo que decimos y lo que pensamos? Al hacerlo, nos libramos del mal y, lo que es más importante, avanzamos hacia la vida eterna.
Padre Gerard J. Knapp, C.Ss.R.
Washington, D.C.
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